El viento helado que apaga y deja herida a la vela contigua.
No tiene cura.
La cicatriz se abre y cierra.
No se borra.
Es un suspiro contagioso, seductor soez, vehemencia innata.
La enfermedad es su estado más puro, más eficaz.
Los ojos de la madre tierra reclaman a su hijo para darle su última morada.
Lo toma en su regazo y lo cubre con sus brazos.
Es nuestra última madre.
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